Comentario
La cerámica fue una de las manifestaciones artísticas más notables de la cultura Moche. Se ha clasificado en cinco fases que reflejan una normal evolución cronológica y cultural.
Las formas básicas son pocas, la botella globular con caño-estribo que puede adoptar una forma escultórica, platos de bordes abiertos y alguna forma de cuenco o de copa. En principio se modela a mano por adujado, pero pronto se introduce la práctica de moldear el vaso en dos mitades que luego se unen. Es una cerámica realizada indudablemente por especialistas, en la que aunque la práctica del moldeado pueda desembocar en una producción en serie, los retoques posteriores individualizan cada ejemplar, pudiendo hacer gala de una gran expresividad y realismo hasta el punto de que es factible hablar de maestros escultores.
Dos grandes tendencias se encuentran en la cerámica Moche, una fundamentalmente pictórica o mejor dibujística y otra escultórica, aunque es también frecuente la combinación de los dos estilos en una vasija. En la cerámica dibujística se utiliza generalmente un tono pardorrojizo para trazar los dibujos sobre un fondo de color crema. Los diseños se trazan de modo resuelto, firme y seguro, sin titubeos. Hay un estilo más bien lineal, que se limita a trazar los contornos, y otro de siluetas, con pinceladas más gruesas que tiende también a rellenar de color los espacios. Las figuras se pintan de perfil, con los ojos y el torso de frente y generalmente componiendo escenas de muy diverso carácter.
Las pinturas sobre cerámica Moche constituyen un verdadero repertorio etnográfico de su cultura. Las escenas, planas y sin perspectiva, pero llenas de movimiento y dinamismo, reflejan todo tipo de aspectos de la cultura de sus realizadores. Nada se excluye de la representación. Escenas cotidianas, de caza o pesca, de guerra, de ceremonias o sacrificios, funerarias, todas desfilan ante nuestros ojos.
Y las vasijas escultóricas no son menos expresivas. Ya sea porque todo el cuerpo del vaso se convierte en una representación figurada o porque se colocan una serie de figurillas encima del mismo, el movimiento, el dinamismo, el sentido narrativo, se hacen patentes una vez más. Hay vasos retrato, en los que el cuerpo de la botella se convierte en la cabeza de un personaje fuertemente individualizada, tal vez shamanes o guerreros. Hay guerreros, de cuerpo entero, con sus armas características y músicos con gran variedad de instrumentos. Hay representaciones de patologías varias y de ancianos, de mujeres con niños, de calaveras y esqueletos y también de animales y plantas.
Capítulo aparte merecen las representaciones de carácter erótico, sin parangón por su cantidad y variedad en ninguna otra cultura americana. Representaciones de coitos en todas sus variantes, de individuos con genitales desorbitados, de masturbaciones y de todo tipo de actividades sexuales se desarrollan tanto en los dibujos como más llamativamente en los vasos figurados y sobre todo en las escenas modeladas sobre vasijas. Hay que destacar el hecho de que las vasijas fálicas, las que representan un personaje con un gran miembro viril, o las que toda la vasija configura un gran pene, tienen huellas de uso y están incluso perforadas en el borde para obligar a utilizarlas chupando el miembro. Hay también grandes platos con doble fondo y la representación de una mujer con las piernas abiertas, realizadas de tal modo que debe chuparse la vagina de la mujer para beber del recipiente. ¿Ritos de fertilidad? ¿O tal vez no se bebía de esas vasijas y simplemente se vertían líquidos en los campos en una especie de ceremonia de fecundación? Todo son interrogantes.